lunes, 27 de marzo de 2006

Campañas

Las llamadas campañas de prensa –auténticas escaladas propagandísticas en la mayoría de los casos– han sido utilizadas con ferocidad por los grupos económicos para promover sus negocios difamando, vilipendiando, injuriando a sus contrarios.

Muchas de las guerras coloniales fueron producto de tales campañas y de dichos intereses. Proverbiales son las instrucciones que al respecto dio William Randolph Hearts a su corresponsal en La Habana para atizar y justificar la intervención estadounidense en Cuba, arrebatándole la independencia que los patriotas isleños tenían asegurada frente al desmoralizado Ejército español. A lo interno de los países, la guerra mediática es un instrumento al uso para apalancar contratos, compras, ventas, concesión de créditos, condonación de deudas, entre otros mundanos asuntos.

El proceso de cambio democrático venezolano, cortejado por algunos grupos económicos en su primera etapa, sigue enfrentando las recalcitrantes campañas de prensa iniciadas a raíz del desencanto de los sectores oligárquicos que en un primer momento jugaron la vieja carta de domesticar la revolución para colocarla a su servicio. Contestes de que Hugo Chávez no es “amansable”, los amos del valle y otros círculos de poder económico optaron por la vía de tirotear al Gobierno sin descanso, inventando para ello los más increíbles pretextos como, por ejemplo, el de acusarlo de la baja de la audiencia de sus canales de radio y televisión y de la aversión de los lectores frente a sus periódicos.

Proverbial en esta conducta de la oligarquía de los medios es la ojeriza desatada contra los funcionarios revolucionarios por haber impulsado la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión (Resorte). Promulgada la ley, los propietarios de medios aferraron sus intereses a la esperanza de que ocurriera como en los tiempos de la IV república:
que la ley no se aplicara. Otra vez se olvidaron de que la revolución es cimarrona y de que las leyes se hacen para ponerlas en práctica.

El potencial democratizador del hecho comunicacional contenido en la Ley Resorte no se castrará a pesar de las campañas de prensa.

La producción independiente, columna de la ley, se expande sin tregua y pronto recibirá un impulso especial con las normas que ha de aprobar el Directorio de Responsabilidad Social para evitar el contrabando de conglomerados mediáticos disfrazados de productores independientes. De este modo podrá afirmarse que el mensaje televisivo y radial es de todos.

lunes, 20 de marzo de 2006

SIEP

Tajante el artículo 57 de la Constitución de la R e p ú b l i c a Bolivariana de Venezuela, que prohíbe la censura. Recoge así la aguerrida tradición de lucha de los venezolanos contra los intentos de cercenarle las libertades fundamentales, en este caso las de expresión y de información.

En estos combates por la verdad siempre han estado a la vanguardia los periodistas, cuyo ideal ha sido consagrado por la Carta Magna, aprobada en diciembre de 1999, al establecer como norma obligatoria la divulgación de información imparcial, veraz y oportuna.

Queda decretado, de este modo, que mentir en un medio de comunicación es contrario al apostolado del periodismo.

Quienes no se sienten homenajeados en la Carta Magna son aquellos que le negaron el sí en el referéndum de diciembre de 1999, grupo en el que resaltan dueños de periódicos, revistas, televisoras y emisoras de radio, cuyos nombres jamás han aparecido en el registro del Colegio Nacional de Periodistas.

Cada rato arman un aquelarre contra la Constitución para demostrar que todavía le tienen ojeriza. Allende las fronteras, por lo general sus letanías las exclaman frente a los micrófonos que les pone a la orden el presidente George W. Bush, directamente o por medio de alguna fachada de siglas sonoras, por ejemplo la Sociedad Interamericana de Prensa.

De idéntico modo son enemigos de la Constitución egresados de escuelas de comunicación social universitarias dedicados sin tregua a la tarea de someter a los venezolanos a una terrible hiper realidad: un mundo de paranoia en el que el oposicionismo se cree la coba de la desestabilización del país con campañas mediáticas, basadas en proyectar cual héroes a ciudadanos incursos en delitos como la estafa y la difamación.

Pocos son los integrantes del Colegio Nacional de Periodistas que se prestan al juego de los capitalistas dueños de medios de prensa dirigidos a hacer creer que en Venezuela asistimos a un combate entre los fablistanes y el Gobierno. Casi nadie le presta crédito a tan descomunal mentira.

Sabe el pueblo que la batalla de los periodistas auténticos, es decir, los comprometidos con la verdad, es contra quienes pretenden aplicarles todos los días un 12 de abril de 2002 en las salas de redacción, en los estudios de televisión y de radio; o sea, los miembros de la sociedad interamericana de explotadores de periodistas (SIEP), mientras le sigue sacando a la noticia, fruto del trabajo de las neuronas y los músculos de los periodistas, el jugo de la plusvalía económica e ideológica.

lunes, 13 de marzo de 2006

El Supra CNE

Hasta ahora Bush va perdiendo los reales que invierte en el afán desmesurado de transformar un elitesco club de opinadores en un CNE paralelo.

No es suficiente ni siquiera el recibir a la vocera de la organización paraelectoral en la Casa Blanca. Súmate no levanta vuelo, no prende en la conciencia nacional, y sólo sirve para engrosar las cuentas de los periódicos en los que publica avisos desplegados a página completa, destino final de los dólares del bushismo.

Cada día Súmate hiede más a fracaso, a embaucamiento de musiú ensimismado por cuentacuentos del Caribe, dados a disfrutar la buena vida con donaciones extranjeras; los mismos que se quedaron con parte del billete que Bush destinó al financiamiento del golpe de abril, del paro petrolero, de la guarimba y de la campaña del sí en el referendo.

Pero no todo puede ser cuento chino en la oposición. He aquí que ha surgido un intento serio por fabricarle al CNE no un poder paralelo, de igual peso en la vida pública, sino una instancia superior que lo convierta en una institución tutelada, subordinada.

Se trata de constituir un Supra CNE, un ente electoral supremo, ensotanadamente inapelable e infalible. Un Supra CNE que se bautiza decretando que no hay condiciones para elecciones porque no son complacidas las caprichosas, ilegales e inconstitucionales exigencias del grupo oposicionista de los juntos. Un Supra CNE que rezando y con el mazo dando se expresa en la voz del ciudadano que tiempo ha bendijo el programa de gobierno de la conspiración golpista en la quinta La Esmeralda y que ahora pontifica sobre los derechos democráticos del pueblo, los mismos que Carmona hizo añicos con su decreto del 12 de abril, tan celebrado por algunos miembros del novedoso Supra CNE.

El Presidente venezolano ha referido cómo un ministro de la fe se dio sus mañas persuasivas para intentar convencerlo de renunciar el 13 de abril de 2002, en medio de la transparente y serena claridad de la isla La Orchila. Esta vez otro practicante del santo oficio trata de convencer a todos los venezolanos de que si los que apoyan al Gobierno no renuncian a seguir siendo ciudadanos iguales entre iguales y aceptan volver a ser desheredados políticos, no es posible hacer las elecciones presidenciales.

Vale decir, exige que se cancele el llamado a elecciones mientras se establecen las condiciones necesarias y suficientes —óptimas— para que el oposicionismo, acta mata voto y otras vivezas mediante, reencuentre el camino a Miraflores.

Ciertamente no se trata de una réplica de Súmate. El Supra CNE aspira a ser más que el sueño de Súmate. Ésta pretende ser un poder electoral paralelo al CNE. En cambio, el Supra CNE busca mandar a los rectores electorales, dictarles las normas de la campaña electoral, imponerle las decisiones sobre cada uno de los actos de la organización y conducción de la justa comicial.

El Supra CNE además exhibe las ínfulas de dictarle a la Asamblea Nacional los nombres de los ciudadanos y ciudadanas que han de integrar el CNE.

Como Bush en el Consejo de Seguridad de la ONU, el Supra CNE desea poseer derecho de veto para tachar los nombres de los candidatos y candidatas a conformar la directiva del CNE que no sean de su agrado por parecerles chavistas o insuficientemente oposicionistas.

Ante tan abrumadora sed de poder electoral, vale parafrasear en versión libre a Don Quijote: Con el Supra CNE hemos topado.

lunes, 6 de marzo de 2006

En noviembre

Los lamentos de quienes se retiraron de los comicios para la A s a m b l e a Nacional, ahora que su voz es sólo ausencia en los debates parlamentarios, demuestra que fue una decisión impuesta por factores de poder cuya estrategia era usar dichas elecciones como laboratorio de ensayo sobre el modo de incrementar la abstención; esperanza única y suprema del oposicionismo adorador de la violencia política y de sus amos de allende las fronteras. Hoy los candidatos a diputados sacrificados inútilmente saben que la abstención ni pierde ni gana elecciones y que para convertirla en fuerza de movilización social se requiere mucho más que los planes de cafetín y los frescos dólares de Washington.

Pero George W. Bush sigue su estrategia con típica terquedad tejana: promover la abstención es la clave. Ergo, otra vez los candidatos-marionetas parlantes tendrán que acatar la línea: retirarse en medio de una feroz campaña contra el árbitro electoral, aunque el Parlamento elija para esta función a puros san Francisco de Asís.

Ya se anuncia el ataque con exigencias inconstitucionales e ilegales que ningún rector del CNE puede complacer, expuestas originalmente por Súmate, voz oficiosa de Bush en estas latitudes del Caribe. Después vendrá la historia universal de infamias contra cada integrante del Poder Electoral y, en medio del clímax del paroxismo propagandístico made in USA, el iracundo reclamo: ¡Renuncien ya! ¡Cero elecciones! Y si no hay rectores renunciantes y —como esperamos quienes respetamos la Constitución y las leyes— cumplen con su deber de garantizarle los derechos político electorales a los venezolanos, desde la Oficina Oval tronará la orden final: ¡Dejen solo a Chávez en las elecciones! ¡Que se mida con la abstención!
Algunos enjundiosos analistas pujan la tesis de que no todos los candidatos opositores andan en la onda de acatar las órdenes de Bush. Dicen que, por ejemplo, el Catire del Batey se mantendrá en sus trece y se contará voto a voto con Chávez, aunque de antemano sepa que ni siquiera alcanzará lo que fue su 5% histórico. Juran que Petkoff tiene hambre de historia, de escribir su nombre en la política nacional como la de un demócrata que supo respetar la soberana voluntad del pueblo y que se marchará luego a sus cuarteles de invierno con la hidalguía de haberle mostrado el dedo medio erguido a George Walter Bush, tal como lo hizo con Nixon, Jhonson, Kennedy, Brezhnev y cofradía.

Otros estudiosos, en cambio, invocan el beneficio de la duda porque —afirman— el Catire del Batey irguió el pulgar ante el Fondo Monetario Internacional, vale decir Bill Clinton y las corporaciones estadounidenses, cuando le tocó gobernar bajó el amparo de la siempre ausente sombra de Rafael Caldera.

“Desde esos tiempos de su ‘estamos mal pero vamos bien’ con el imperio, Petkoff no ha dado muestras de rescatar su otrora rebeldía”, dicen dubitativos.

¿Cambiará ahora?, es la pregunta que sin hacerla dejan en el aire.

La respuesta sólo la puede dar el mismo candidato y resulta lógico que se tome su tiempo —¿por qué no?— hasta noviembre, el mes cuando Bush tronará como el rayo furioso y ordenará la renuncia de todos los candidatos opositores para darle un envión al abstencionismo, que —sueña empecinadamente el cowboy de Texas— le permitirá hacer del año 2007 venezolano un clon de 2002.

¡Claro!, Bush deberá leer a Calderón de la Barca para que se entere de que: “Los sueños, sueños son”.