Una decisión del Tribunal Supremo de Justicia despejó las incertidumbres que se generaron sobre la legitimidad de las elecciones estudiantiles del año 2003 en la ULA. Tarek El Aissamir, dirigente estudiantil para ese momento, recurrió ante la Sala Electoral argumentando que una gran porción de los estudiantes estaba de vacaciones y se dificultaba su participación en los comicios.
Con ponencia del magistrado Luis Martínez, la Sala Electoral concedió razón al recurrente e instruyó realizar las elecciones en un mes después de la fecha originalmente pautada, así se llevaron a cabo en noviembre de aquel año. Nadie protestó por ello. Todos acataron la decisión del TSJ en sana paz.
Dos años y medio después de aquella sentencia, vuelve a escena la misma Sala Electoral y, en el mismo tránsito de la administración certera de la justicia, declara con lugar la solicitud de que las elecciones estudiantiles las organicen los estudiantes y no las autoridades de la ULA. De cajón que debe ser así. ¿Alguien admitiría que Fedecámaras organice las elecciones de los sindicatos, por ejemplo? Valga recordar que la Constitución determina la posibilidad de que el CNE organice elecciones gremiales, pero sólo si los agremiados lo solicitan expresamente, en ningún caso se prevé que otra instancia tenga cualidad para normar y conducir los procesos electorales gremiales, incluyendo, por supuesto, los gremios estudiantiles. Pero ahora la decisión de la Sala Electoral ha coincidido con el propósito ¿y la orden extranjera? de los cultores de la violencia de empujar el país por los precipicios de 2002 y 2003. El plan está develado: promover un cúmulo de microguarimbas con grande despliegue mediático, especialmente televisivo; acusar al Gobierno de ser causante de los hechos violentos y encadenar el guarimbeo hacia una conmoción que estremezca toda la geografía y el cuerpo social del país. Los nostálgicos del 11 de abril sueñan con paralizar todo con cierre de calles, avenidas, carreteras, autopistas; enfrentamientos violentos y, como corolario, muerte de ciudadanos que luego han de ser utilizados como banderas de escalada del guarimbeo. El objetivo:
embochinchar el ambiente preelectoral, poner de rodillas al CNE para que apruebe las exigencias oposicionistas, la mayoría de las cuales contradice disposiciones constitucionales y legales, e ir así con ventajas abismales a las elecciones.
Con ese guión el oposicionismo extremo, que lanza no sólo piedras y botellas sino también plomo con tuercas usando modernas armas de fuego, se ha planteado clonar la micro guarimba de Mérida en Caracas y otras ciudades a partir de hoy lunes. La UCV, la UPEL, entre otras casas de estudios universitarios, son los centros seleccionados para desatar la guarimba.
En las febriles neuronas de los doctos guarimberos se forjan las imágenes de policías, estudiantes y transeúntes malheridos, como el efectivo policial merideño que se debate entre la vida y la muerte como consecuencia de un disparo con tuerca que le perforó el pulmón. Sangre, lágrimas y luto para acorralar al Gobierno, es la consigna de los oficiantes de la guarimba. La abrumadora mayoría de la sociedad merideña rechazó el guarimbeo.
Así lo hará el pueblo caraqueño.
Y las medidas del Gobierno, serenas y firmes, sin morder el peine de usar armas de fuego, controlará a los guarimberos como los hizo en la ciudad andina; sólo que ahora se debe actuar antes que los guarimberos para evitarle angustia a los ciudadanos.
Con ponencia del magistrado Luis Martínez, la Sala Electoral concedió razón al recurrente e instruyó realizar las elecciones en un mes después de la fecha originalmente pautada, así se llevaron a cabo en noviembre de aquel año. Nadie protestó por ello. Todos acataron la decisión del TSJ en sana paz.
Dos años y medio después de aquella sentencia, vuelve a escena la misma Sala Electoral y, en el mismo tránsito de la administración certera de la justicia, declara con lugar la solicitud de que las elecciones estudiantiles las organicen los estudiantes y no las autoridades de la ULA. De cajón que debe ser así. ¿Alguien admitiría que Fedecámaras organice las elecciones de los sindicatos, por ejemplo? Valga recordar que la Constitución determina la posibilidad de que el CNE organice elecciones gremiales, pero sólo si los agremiados lo solicitan expresamente, en ningún caso se prevé que otra instancia tenga cualidad para normar y conducir los procesos electorales gremiales, incluyendo, por supuesto, los gremios estudiantiles. Pero ahora la decisión de la Sala Electoral ha coincidido con el propósito ¿y la orden extranjera? de los cultores de la violencia de empujar el país por los precipicios de 2002 y 2003. El plan está develado: promover un cúmulo de microguarimbas con grande despliegue mediático, especialmente televisivo; acusar al Gobierno de ser causante de los hechos violentos y encadenar el guarimbeo hacia una conmoción que estremezca toda la geografía y el cuerpo social del país. Los nostálgicos del 11 de abril sueñan con paralizar todo con cierre de calles, avenidas, carreteras, autopistas; enfrentamientos violentos y, como corolario, muerte de ciudadanos que luego han de ser utilizados como banderas de escalada del guarimbeo. El objetivo:
embochinchar el ambiente preelectoral, poner de rodillas al CNE para que apruebe las exigencias oposicionistas, la mayoría de las cuales contradice disposiciones constitucionales y legales, e ir así con ventajas abismales a las elecciones.
Con ese guión el oposicionismo extremo, que lanza no sólo piedras y botellas sino también plomo con tuercas usando modernas armas de fuego, se ha planteado clonar la micro guarimba de Mérida en Caracas y otras ciudades a partir de hoy lunes. La UCV, la UPEL, entre otras casas de estudios universitarios, son los centros seleccionados para desatar la guarimba.
En las febriles neuronas de los doctos guarimberos se forjan las imágenes de policías, estudiantes y transeúntes malheridos, como el efectivo policial merideño que se debate entre la vida y la muerte como consecuencia de un disparo con tuerca que le perforó el pulmón. Sangre, lágrimas y luto para acorralar al Gobierno, es la consigna de los oficiantes de la guarimba. La abrumadora mayoría de la sociedad merideña rechazó el guarimbeo.
Así lo hará el pueblo caraqueño.
Y las medidas del Gobierno, serenas y firmes, sin morder el peine de usar armas de fuego, controlará a los guarimberos como los hizo en la ciudad andina; sólo que ahora se debe actuar antes que los guarimberos para evitarle angustia a los ciudadanos.