lunes, 18 de diciembre de 2006

La unidad está crecida

El multipartidismo del sistema político venezolano, si se atiende a las orientaciones ideológicas de las formaciones partidarias, podría concretarse en tres agrupaciones partidistas: la demócrata cristiana, la social demócrata y la socialista. La miríada de partidos políticos ubicados en distintos puntos del continuum derecha izquierda, propia de la actual configuración del sistema de partidos políticos del país, no expresa en cada caso diferencias doctrinarias ideológicamente sustentadas, visiones programáticas de corto, mediano y largo plazo o estructuras organizativas consolidadas y arraigadas en la sociedad. En la mayoría de los casos estos partidos políticos son manifestación de agrupaciones en torno a un caudillo o un grupo de dirigentes enfrentado a otro grupo con visiones ideopolíticas comunes. Categorizada metódicamente esta diversidad de organizaciones partidistas bien se podría agrupar en las tres macro corrientes citadas al comienzo. Las dificultades para articularse en el espacio político correspondiente a la ideología que profesan expresa la desestructuración experimentada por los partidos políticos en general a raíz del colapso del modelo de la democracia representativa que les dio sustento y perdurabilidad. Llevan ese fracaso histórico a cuestas y no muestran capacidad para superarlo, con excepción de la corriente socialista animada por el carismático liderazgo de Hugo Chávez que la ha impulsado en una dinámica unitaria indetenible a ojos vista.

En la oposición no violenta, Rosales convoca a la unidad arrimando la brasa para sardina de Un Nuevo Tiempo con el fin de reconstruir el espacio socialdemócrata. Allí cabrían Acción Democrática y los distintos grupos desprendidos de ese tronco matricio: Alianza Bravo Pueblo, Renovación, Movimiento Federal... Además busca incorporar otras agrupaciones como Un Solo Pueblo, Izquierda Democrática, Movimiento al Socialismo... Para su desconsuelo, Rosales no luce un Jorge Eliécer Gaitán capaz de unir las bases partidistas ni siquiera por la afinidad ideológica propia de quienes abrevaron en la misma fuente.

Otros no violentos –¿por ahora?– del oposicionismo, nacidos a la política en el cauce de la herencia de la democracia cristiana monopolizada en los tiempos de la IV República por Copei, se afanan en hacer de Primero Justicia el punto de reencuentro para revitalizar lo que fue esa corriente en los tiempos de la victoria de Luis Herrera en 1978. Antes de capturar a Copei, cuyos dirigentes se niegan a la alianza para no ser engullidos y echados al cesto de los trastos, los autodenominados justicieros deben resolver su pleito interno alimentado por las ganas que tiene Leopoldo López de ser jefe indiscutible y la resistencia de Julio Borges, quien se aferra a su derecho de candidato presidencial para siempre.

Los socialistas, en cambio, avanzan a millón en la construcción del Partido Socialista Unido de Venezuela. Las contradicciones se minimizan ante la exigencia de Chávez de unirse por encima de los grupalismos, personalismos y otras mezquindades. La proclama de Chávez interpreta tan cabalmente el sentimiento del pueblo que los dirigentes de los distintos partidos políticos de la plataforma del cambio enfrentan el dilema de disolver sus organizaciones o llevárselas para la casa, porque sus bases ya decidieron: se van con Chávez al Partido Socialista Unido de Venezuela.

lunes, 11 de diciembre de 2006

El gas de Bolivia

"Médicos oculistas de Estados Unidos realizan operaciones gratuitas". Santa Cruz, 8 de diciembre de 2006. La noticia la publica el periódico boliviano El Diario, ilustrada con una fotografía a todo color. En el cuerpo de la información se describen numerosas acciones de buena vecindad que sanitaristas del ejército estadounidense realizan tiempo ha en el país andino.

¿Quién no va a agradecer el gesto? Sólo que, como ha ocurrido en otros casos en esta tierra que aún los halcones consideran su patio trasero, la zanahoria casi siempre oculta el garrote, antes y después de la presidencia de Theodoro Roosevelt. Y a Bush no le agria el paladar que lo comparen con el gran conquistador que fue Roosevelt. No hace falta recelo extremo para pensar que la caridad de los médicos militares estadounidenses es el rostro sonriente detrás del cual se esconde el activo apoyo de Bush a grupos que enfrentan a Evo Morales, desde cuando emergió como un líder capaz de conducir a su pueblo en un proceso de transformaciones estructurales de la sociedad y el Estado.

Estos grupos, mascarón de proa de la feroz oligarquía boliviana, creen haber encontrado el pretexto ideal para desencadenar un despliegue de protestas diversas (marchas, huelgas de hambre, cierre de carreteras, sabotaje en el parlamento, manipulación mediática) destinadas a secuestrar la Asamblea Constituyente para impedir que la nueva Constitución consagre los cambios por los que las mayorías nacionales eligieron a Morales presidente. La lucha por los dos tercios de votos de la Constituyente para aprobar el texto constitucional es sólo un ardid dirigido a maniatar a la mayoría de los asambleístas, en busca de que las modificaciones de la Carta Magna no pasen de lo cosmético y, de este modo, quede intacta la dominación de las élites sobre el resto de la sociedad, tal como viene ocurriendo desde los tiempos de la colonia, cuando, tras la conquista, los aborígenes fueron sometidos a un régimen de esclavitud encubierta.

A Bush le importa un pepino si en Bolivia la democracia es efectiva para todos; lo suyo son las inmensas reservas de gas contenidas en el subsuelo de la altiplanicie andina. Si Morales hiciera como Juan Vicente Gómez, que entregó el petróleo a precio de gallina flaca a las transnacionales europeas y estadounidenses, los médicos y otros militares del imperio harían miles de sinceras operaciones humanitarias, seguros de que en sus hogares el despilfarro de energía podrá continuar sin sobresaltos. De ocurrir esto Bush estaría feliz no sólo por anotarse un gran triunfo, sino además porque su familia podría engordar sus capitales invirtiendo en la industria del gas boliviano. Pero Morales es de una sola pieza y del tamaño exacto del compromiso que adquirió con la emancipación de su pueblo, que comporta el control real de sus recursos naturales como, por ejemplo, el gas. De modo que el empeño por desestabilizar el gobierno del Presidente boliviano continuará aupado sin tregua desde la Oficina Oval de La Casa Blanca.

Si la mayoría de los constituyentes cede ante la presión de la oligarquía insurrecta y acuerda hacer una constitución tipo saludo a la bandera, gatopardiana, pues, a Morales le bastará con asomarse al balcón de su oficina a convocar al pueblo. Pero no será necesario porque en su mayoría los constituyentistas son de la misma madera del presidente y del resto del pueblo: libertadores, de la misma estirpe de Bolívar.