lunes, 26 de febrero de 2007

Los otros embajadores

Es común oír a turistas estadounidenses preguntarse con inocencia real el porqué de la fobia de tantos pueblos hacia su país, tan apasionadamente expresada frente a varios de sus presidentes, como ocurre ahora con George Bush, cuyo viaje a algunos países de América Latina ha desatado un vendaval de protestas, que de inmediato trae a la memoria la visita a Caracas del vicepresidente Richard Nixon. En su ingenuidad, algunos estadounidenses esperan para Bush aplausos, loas y ruegos de vuelva pronto. En cambio, los ejecutivos de los grandes monopolios, cuyas casas matrices se ubican en territorio estadounidense, saben cuáles son las razones de la malquerencia.

Sus abultadas cuentas bancarias hablan de cómo el petróleo, el hierro, la bauxita, el cobre y el gas, entre otros recursos naturales estratégicos acumulados por la naturaleza en países, como Venezuela, Chile y Bolivia, han sido saqueados sin tregua por sus poderosas corporaciones, para acumular capital y mantener siempre floreciente el alto nivel de vida, excesivo hasta el derroche incuantificable, cuyas sobras riegan la existencia de la clase media a la que pertenecen los ingenuos turistas.

Esos turistas, a veces víctimas gratuitas de afrentas verbales, producto del rencor generado por las acciones de sus gobernantes allende las fronteras, vistos más allá de las descargas de adrenalina, son parte de una potencia dormida en hogares, universidades, fábricas, clubes y otros espacios de la vida diaria de los estadounidenses, que –así lo ha demostrado cuando ha despertadobien puede transformarse en una aliada de las causas justas de la maltrecha humanidad. La cuestión estriba en hacerse espacio, nichos, en sus mentes colonizadas con tanta ferocidad por el formidable aparato de propaganda de la élite corporativa estadounidense. En estricto sentido no se trata sólo de Hollywood, por supuesto. El músculo de la propaganda imperial incluye también agencias de prensa, cadenas de radio y televisión, prestigiosos diarios, cadenas de periódicos y revistas, editoriales especializadas, a la vez, en best sellers y en obras claves de la historia... Cine, televisión, radio, libros, periódicos, Internet, en ningún espacio hay ausencia del imperio en su más acabada manifestación: los monopolios y oligopolios corporativos de presencia mundial, cuyo territorio más resguardado, y en el que –irónicamentesu vulnerabilidad es estratégicaes la mente del pueblo estadounidense. De aquí la importancia de comunicarse con el pueblo de Angela Davies, de Sam Sheppard, de Harlem, de Texas, de todo el extenso, diverso, pluricultural pueblo de Estados Unidos, cuyos embajadores, más que los enviados de Bush, son los turistas que frecuentemente se dejan caer por estas latitudes a conocer mucho más que las cálidas playas del Caribe.

Más que un portadólares, en el turista debemos ver a un potencial aliado, que tal llegaría a ser si se le ayuda a comprender porqué la señora Bárbara Bush, madre de George hijo y esposa de George padre, es tan ingratamente recordada en estas tierras.

En su Canto General, Pablo Neruda invocó el espíritu de Abraham Lincoln en un poema pleno de historia viva: "Que despierte el leñador". Digamos parafraseando un poco al poeta: Que despierten los turistas y al regresar a su país se sumen a los que sin tregua y con formas democráticas bregan porque también en Estados Unidos mande el pueblo.
Willian Lara

lunes, 19 de febrero de 2007

PSURB

Abrir el más amplio debate sobre la construcción del partido político de la revolución bolivariana ha sido una de las primeras decisiones del grupo promotor de dicho proceso, dando continuidad así a lo planteado por el comandante Chávez, en su condición de máximo líder de la transustanciación política, social, cultural y económica en marcha.

El alto grado de complejidad de la edificación de un partido político revolucionario se expresa en una dialéctica de intercambio de ideas, cuya resolución feliz no se agota en una primera aproximación, por gestalt que sea, ni en un sólo aspecto de las distintas dimensiones que comporta darle sustancia y forma orgánicas a una organización partidaria de carácter radicalmente transformador.

Todo debe discutirse, incluso -como manifestación síntesis de la visión ideológica, la modalidad organizativa y la estrategia programática– la denominación del partido. Así lo ha hecho ver Chávez en diversos comentarios públicos sobre este tema, y ha reiterado que a la par de la propuesta de llamar a la organización Partido Socialista Unido de Venezuela le fue expuesta otra –la cual ve con agrado, ha dicho– cuya fonética la emparenta con una de las dimensiones ideoprogramáticas del socialismo siglo XXI: la integración latinoamericana y caribeña expresada en la frase tan popularizada: "Nuestro norte es el sur".

Otra cualidad que en nuestro criterio debe comprender la denominación de la organización partidaria que sintetice en un movimiento de movimientos sociales y políticos revolucionarios presentes en el día a día de la vida de nuestro pueblo, consiste en manifestar explícitamente la condición de fuerza unitaria, bolivariana, revolucionaria y socialista.

De esta convicción integracionista, unitaria desde dentro de Venezuela y hacia toda nuestra América, heredada del legado del Libertador, el presidente Chávez ha constituido e impulsa iniciativas como Petrosur, librerías Cruz del Sur, Telesur, Radio Sur, Gadosucto del Sur, Banco del Sur, la Universidad del Sur, entre muchos otros proyectos en desarrollo. En esta perspectiva se comprende la necesidad de construir una organización partidaria que, sin pretender exportar el proceso venezolano, asuma la vocación integracionista como uno de sus principales postulados de lucha y principios de trascendencia, renovándose de este modo la gesta unitaria de los pueblos inspirados en la obra de Bolívar.

Otra cualidad que en nuestro criterio debe comprender la denominación de la organización partidaria que sintetice en un movimiento de movimientos sociales y políticos revolucionarios presentes en el día a día de la vida de nuestro pueblo, consiste en manifestar explícitamente la condición de fuerza bolivariana, revolucionaria y socialista.

Claro que todo lo auténticamente bolivariano es unitario, socialista y revolucionario, pero en estos asuntos de la comunicación política vale aquel lema tan propio de los abogados: lo que abunda no daña, de aquí que no sea un exceso bautizar la nueva organización partidaria con el nombre de Partido Socialista Unido en la Revolución Bolivariana (PSURB).

Denominado así el nuevo partido político expresaría ya en su nombre mismo la condición de continuador de la lucha del Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, de las diversas organizaciones revolucionarias y socialistas de la historia venezolana, latinoamericana y caribeña. Esta denominación por sí sola es un generador de sentido de pertenencia porque todos los revolucionarios, socialistas y bolivarianos se sienten incluidos, vínculo que se desarrolla plenamente en la visión ideológica, la modalidad organizativa y la estrategia programática del PSURB.
Willian Lara

lunes, 12 de febrero de 2007

Acapara que la conspiración paga

A la morenaza Condoleezza Rice la despistan sobre Venezuela. Información inexacta le envían desde los espacios de la comunidad de inteligencia, que hasta ayer nomás gerenció su ahora subalterno John Negroponte.

Hace unos meses la puso al afirmar que el país estaba paralizado por una huelga de transporte público. La verdad es que el informe en el que se basó su deslenguamiento predecía hechos que se quedaron en los deseos: sólo dos pequeños focos de paro de transporte se produjeron; aislados y escuálidos en cuanto a participación de los conductores.

Ahora se salió de madre asegurando que Venezuela está siendo destruida. Seguro la cobearon haciéndole creer que los acaparadores y los especuladores ya eran dueños de la situación, que habían puesto al pueblo y al Gobierno de rodillas. La Rice creyó que el guión, adorado por ella como un tótem inapelable de tanto verlo funcionar, se estaba cumpliendo al pie de la letra viento en popa.

Pero, para lamento de Condoleezza, la verdad es que los criminales que acaparan y especulan con los alimentos del pueblo están sintiendo el peso de la ley en manos de un gobierno firme, que se sabe guapo y apoyao por las mayorías nacionales.

Empero, más allá de los tropiezos informativos de la cancillera estadounidense, se revela una política, una constante en el modo de manejarse la administración Bush ante la democracia revolucionaria venezolana. A George, a Condi, a Negroponte, a Cheney y a todos sus socios en la alianza de grandes corporaciones que controla el poder en Estados Unidos, le aprieta el gañote que el gobierno bolivariano haya nacionalizado empresas cuyo capital accionario estaba mayoritariamente en manos de ciudadanos del imperio.

Y les resulta más urticante que esas nacionalizaciones toquen el sector de la energía, incluyendo inversiones petroleras. Cuando tales circunstancias se visualizan en el horizonte, las escaladas imperiales son pan de cada día y –por lo general– no se quedan en las palabras. De modo que lo previsible es que Bush ordene en las próximas semanas acompañar las amenazas verbales con demostraciones de músculo bélico en el mar Caribe, e intromisiones más abiertas de su embajador –el que se va y el que viene– en asuntos internos, buscando el punto de sojuzgamiento de la voluntad nacional venezolana, sitio que no va a encontrar porque no existe. Encontrarán sí la misma carga con que el pueblo derrocó al dictador Carmona el 13 de abril de 2002, desbaratando la maniobra golpista del imperio, estructurada con tan refinada filigrana.

Mientras Bush les prometa ayuda, el oposicionismo, por lo menos el más recalcitrante y antivenezolano, cederá a la tentación conspirativa. La forma de la conspiración cambia tácticamente: ahora parece concentrarse en golpear el estómago de la población acaparando alimentos de la dieta básica y especulando con sus precios. Ganancia triple para esta delincuencia de cuello blanco: angustian a la gente, engordan sus capitales y enrarecen el clima político y social del país. De aquí que la acción diligente y con mano dura del gobierno sea aplaudida por el pueblo; falta sólo que la misma sea acompañada con igual o mayor severidad por los fiscales del Ministerio Público y los jueces al momento de sentenciar a estos criminale, que atentan contra los derechos de la familia venezolana y que deben estar en el sitio reservado a los malandros: el calabozo.
Willlian Lara

lunes, 5 de febrero de 2007

¡Cárcel para acaparadores y especuladores!

Peculiar dictadura esta que es sometida con saña cada día a un memorial de infamia por radio, televisión, diarios y sitios web por libérrimos ciudadanos vacunados con eficientes dosis de impunidad. Usted los ve: difaman, vilipendian y, luego, con una feliz sonrisa de héroe mediático, van al restaurante a recobrar energías con whisky y deleites gastronómicos dignos de los dioses.

Nadie los molesta. Vuelven al oficio de la infamia con la seguridad de que su libertad de expresión, pensamiento, organización, movilización están bien protegidas gracias a la conducta democrática del gobierno que ellos califican de autoritario, gorila, sanguinario y asesino.

Por menos de una de las tantas mentadas de madre que le espetan cada rato a los funcionarios del Gobierno, con modo y estilo o directo como una pedrada en la cara, los practicantes de la infamia darían con su humanidad tras las rejas si quienes gobiernan practicaran no una dictadura sino apenas una dictablanda, ligera, descuidada y confianzuda.

Los recalcitrantes oposicionistas saben que viven en la más formidable de las democracias del mundo, con una Constitución y un cuerpo de leyes tan garantistas que ser funcionario público comporta desempeñar el papel de débil jurídico, sujeto a soportar las peores infamias con el estoicismo de una militancia crística. Oponerse al Gobierno en Venezuela es tan chévere, incluso si la forma de lucha escogida no se detiene en el respeto a los derechos ajenos sean constitucionales o legales, que golpistas y terroristas pontifican en televisión cual si fuesen los voceros de la palabra de Dios, la cual pretenden –la cumbre de la infamia– secuestrar envuelta en una sotana.

Pero todo tiene límite. Se acepta que le saquen la madre a ministros y otros funcionarios para calentar la lengua viperina cada mañana. Empero acaparar los alimentos del pueblo para especular con los precios, engordar las ganancias y angustiar a la gente buscando desestabilizar el país, tan sólo porque un encopetado oligarca pretende despojar a la nación de una frecuencia radioeléctrica, constituye un salto más allá de la raya amarilla.

Ahí sí que se acatarró la paciencia. Un acaparador, un especulador es un malandro con doctorado en el choreo al por mayor. Y ante tan peligroso delincuente la única vía que debe transitar el Estado, en especial los poderes Judicial y Ciudadano, es aplicar el Código Penal sin miramientos ni contemplaciones. Es hora de que se acabe la blandenguería de los fiscales y los jueces, en general y, particularmente, en el caso de los acaparadores y los especuladores en el que la acción de los administradores de la justicia ha de ser implacable o no será.

Quizás aparezcan pronto en primer plano de la televisión y en primera página de los diarios los oposicionistas auto ungidos defensores de los derechos humanos con el aquelarre de que los acaparadores y especulares son ángeles de Dios, protegidos por las leyes divinas y humanas, de aquí y de allende las fronteras; seguro vendrán relatores, observadores, veedores y demás especimenes a defender a estos ladrones de siete suelas. Que aparezcan. Averigüemos ya cómo engordan sus cuentas bancarias: no sería sorpresa si encontramos que detrás de cada acaparador o especulador hay un aplomado abogado discurseador sobre los derechos humanos de tales malandros.

Pueden invocar a Bush en persona, pero aquí van presos los especuladores y acaparadores ya.
Willian Lara