lunes, 29 de enero de 2007

El nuevo canal 2

El espectro radioeléctrico es un bien de dominio público, de acuerdo con la legislación venezolana. En consecuencia, corresponde al Estado, en nombre y representación de la Nación, administrarlo. Estos preceptos los desarrolla, con claridad del mediodía, la Ley Orgánica de Telecomunicaciones, cuyas disposiciones fundamentan la muy legítima, ética y oportuna decisión de no renovar la concesión al grupo económico 1 Broadcasting Caracas (1BC), para operar la televisora de señal abierta canal 2. Este hecho ya ha perdido prominencia. Pasó a la categoría de caliche en la jerarquización de la información diaria. No hay marcha atrás, ni interés en leer periódicos de ayer.

¿Qué hacer con la señal del canal 2 a partir del 28 de mayo? That is the question. Se impone volver la mirada al nunca empolvado proyecto Ratelve, con el ánimo de actualizarlo y diseñar una propuesta de televisión de servicio público, abierta a la participación protagónica de la sociedad en la producción y transmisión de los contenidos, en este caso, de la programación del nuevo canal 2. Es una oportunidad virtuosa para que la corresponsabilidad entre el Estado y la sociedad se manifieste en el campo de la comunicación televisiva, con todo su potencial creador al servicio del proyecto de país de la Constitución del 99. Estado y sociedad juntos por Venezuela.

La perspectiva ratelviana, adaptada a los tiempos actuales, a esta nueva época de la historia nacional, a esta era revolucionaria de impulso y rumbo socialistas, comporta que bien puede el Estado mantener bajo su dominio la señal del canal 2; pero el contenido, llamado en la jerga del oficio televisivo la parrilla, es fruto de la creación de los productores nacionales independientes, organizados en sociedades anónimas, cooperativas u otra categoría legal; de las televisoras comunitarias y regionales.

Esto sin negar que también hagan su aporte a la programación fundaciones públicas como, por ejemplo, la Villa del Cine, o universidades y otros centros del arte, la ciencia y la tecnología. De este modo se llevará a la práctica una de las premisas del Socialismo Siglo XXI: tanto Estado como sea necesario, tanta sociedad como sea posible.

Un nuevo paradigma en televisión será el canal 2. No sólo porque su contenido se distinguirá por su calidad y factura artística y técnica, y será en un alto porcentaje venezolano, y sus creadores, productores nacionales independientes; sino porque además observará rigurosamente el mandato de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión, contribuyendo de manera efectiva en el desarrollo integral del país.

El nuevo canal 2 recogerá y dará continuidad al legado de los más insignes creadores de la televisión venezolana: José Ignacio Cabrujas, Renny Ottolina, Aquiles Nazoa, para mencionar sólo algunos de ellos.

Esa parrilla, aderezada con lo mejor de la cuentística, de la novelística latinoamericana, llevada a la pantalla chica con talento venezolano, fijará el rumbo de cómo hacer televisión de calidad y que le guste a la gente. Una televisión que se dé la mano con el sistema educativo para que ya no se diga que la televisión destruye en la noche lo que la escuela construye en el día. Sino que se reconozca que al ver televisión los niños, niñas, adolescentes y todos los usuarios y usuarias refuerzan y adquieren conocimientos, valores, hábitos y actitudes para ser mejores ciudadanos.

lunes, 22 de enero de 2007

Del 23E al 4F

El pueblo que insurgió/ el 23 de enero/ levanta las banderas/ del 4 de febrero.

¿Consigna política? Sí. Pero no propaganda en la connotación alienante, mistificadora, del término. Por el contrario, esta frase expresa una verdad histórica inapelable: la insurgencia cívico militar, la rebelión de jóvenes militares, estudiantes universitarios, luchadores obreros, trabajadores de la cultura, integrantes del movimiento campesino, comunitario y académico del 4 de febrero de 1992 constituye una continuidad de lo mejor del levantamiento del 23 de Enero de 1958, traicionado por los firmantes del acuerdo de Nueva York, rebautizado y renombrado como Pacto de Punto Fijo, entre cuyos principales oficiantes resaltan Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Jóvito Villalba, diseñado e impuesto por los tanques cerebrales del Departamento de Estado del imperio.

El pueblo, civil y militar, derrocó la dictadura, ciertamente pero no pudo o no supo hacer valer su triunfo. Símbolo de esta victoria frustrada es el vil asesinato –tiempo después– de Fabricio Ojeda y el marginamiento hasta el ostracismo de Hugo Trejo, por quienes secuestraron el levantamiento popular.

Ojeda y Trejo fueron auténticos líderes del proceso de rebelión que dio al traste con la dictadura, en una alianza formidable alianza cívico militar reactualizada, en el nuevo contexto histórico, el 4 de febrero de 1992.

Mañana el oposicionismo saldrá a la calle a traficar con aquella hermosa gesta auroral de 1958. Impostura, hipocresía, traición, usurpación... Estas palabras son apropiadas para describir el significado real de esa manifestación que verá el país en pocas horas, porque quienes la dirigirán reniegan de la herencia democrática, de libertad y justicia social legada por las masas sublevadas del 23 de Enero. ¿Pueden ser herederos de esa gesta quienes el 12 de abril aplaudían en Miraflores cuando leían, en el decreto de Carmona, la destitución de los diputados, magistrados, fiscal general, defensor del pueblo, contralor general...? ¿Pueden ser portaestandartes de las banderas de aquella lucha quienes, arrejuntados con el imperio, propiciaron el golpe de Estado de abril 2002, asesinaron durante medio siglo estudiantes, obreros, campesinos; aquellos que se repartieron las riquezas del país, en comparsa con empresas transnacionales, mientras el pueblo que ofrendó su sangre el 23E sobrevivía en la miseria? ¿Pueden ser representantes del 23E los continuadores de la traición protagonizada por los asesinos de Fabricio Ojeda, de Alberto Lovera, de Livia Gouverneur, de Jorge Rodríguez, de tantísimos patriotas más...? La manera auténtica de enaltecer al pueblo sublevado aquel 23E es ofrendarle cada día el homenaje de hacer realidad sus esperanzas como lo viene haciendo la revolución bolivariana, que es síntesis creadora de aquellas masas insurgentes cuya lucha tiene en el 4F una resurrección definitiva en la victoria irreversible.

Las misiones; la democracia participativa, protagónica, revolucionaria y socialista; el modelo económico productivo; la plena soberanía petrolera, gasífera; la independencia de la política exterior; las libertades ciudadanas plenas para todos, entre muchas otras conquistas del pueblo, son razones inapelables demostrativas de que el proceso popular constituyente, cauce de la revolución liderada por el comandante Chávez, fruto del 4F, es la consagración de las esperanzas del héroe colectivo del 23E: el pueblo de Simón Bolívar.

lunes, 15 de enero de 2007

Los socialismos del siglo XXI

Demostrado como está por los tercos hechos, ya es puro capricho discutir si primero se requiere un cuerpo teórico para luego –y sólo sobre tal base paradigmática– iniciar la transustanciación de la forma social, es decir, en el caso de estos tiempos, empinarse en la construcción del socialismo, como único método viable, cierto y legitimado en Venezuela de superar el capitalismo.

Félix Rodríguez lo dijo con una lógica inapelable por su sencillez y certeza: "Debemos cambiar los cauchos del carro sin detener su marcha". Lo que equivale a afirmar: hagamos la revolución en los hechos de cada día, en la vida concreta y cotidiana de la gente y simultáneamente, sobre la base de tales hechos, elaboremos la ideología revolucionaria específica del proceso. Particular sí, porque su cosmovisión, su corpus general ya existe, a lo sumo requiere sistematicidad, articulación, visión de conjunto y compartida. Las líneas del horizonte están trazadas desde Jesús de Nazareth hasta Ernesto Che Guevara; desde las culturas aborígenes hasta el sistema propuesto por Carlos Marx, e instrumentado, con desarrollos prácticos, por Ho Chi Minh y Fidel Castro, entre muchos otros líderes populares.

Es cierto que con mayor propiedad debería hablarse de los socialismos del siglo XXI, en plural. Habrá tantos modelos socialistas como culturas humanas existen, e incluso es lógico que se produzcan modelos híbridos generados por la dinámica de polinización cruzada propia de estos procesos.

No obstante, cabe asegurar que dichos modelos tendrán una guía general en el legado socialista de las distintas fuentes originarias ya mencionadas. Valga decir, los socialismos del siglo XXI responderán a patrones unitarios en medio de su diversidad.

¿En qué consiste la comunidad de enfoques de los socialismos del sigo XXI? En valores compartidos de vigencia universal e histórica, vinculados con la condición del hombre como parte sustantiva de la naturaleza y la necesaria relación de armonía entre sí y con los demás componentes de la misma. La visión economicista que privó en varias intentos de emancipación del hombre frente a la explotación y la opresión impuesta por el capitalismo, ha de ser superada por un concepción holística en la que lo económico es sólo una parte del conjunto. Se trata, en este aspecto, de reivindicar la propuesta de Antonio Gramsci de que la voluntad humana es la fuerza motriz de la revolución, ¡claro está! operando sobre condiciones necesarias y suficientes para sustentar los cambios tanto en la dimensión objetiva (el grado de desarrollo de las fuerzas productivas con sus variables asociadas) como en la subjetiva (el sistema de valores, creencias, actitudes, hábitos, imaginario colectivo revolucionario –incluso en plena fase de diseño–), aspecto este que Gramsci enuncia, sin deslizarse al reduccionismo metodológico, como la voluntad de los constructores de la historia: los seres humanos, que ya en este tiempo han hecho de la libertad y la democracia valores sustantivos del socialismo.

Todos los socialismos posibles en este siglo y los por venir, responderán a estos parámetros generales. No obstante, cada uno en particular tendrá sus singularidades emblemáticas derivadas de las especificidades culturales del pueblo que lo construye. En este asunto vale reconocer una constante histórica: el socialismo es como la persona humana: nadie es igual a otro, aunque todos nos parecemos bastante.

lunes, 8 de enero de 2007

El pueblo reforma la Constitución

Desafiados por la bandera del voto directo, secreto y universal, los intelectuales que asesoraban al presidente Medina Angarita echaron mano de su método positivista y lo convencieron de que el pueblo era bárbaro, montaraz, incivilizado, inmaduro, ingenuo y manipulable; argumentaban que le faltaba mucha escuela, letras y matemáticas, cultivo del espíritu para acceder al ejercicio del poder político aunque fuese por los cinco segundos de la emisión del voto. En la negativa del Gobierno ante la demanda del voto directo, universal y secreto, los conspiradores, que se movían en la oscuridad preparando el golpe de Estado, se hallaron con un argumento virtuoso para justificar su desbordada ambición de poder, su encantamiento con los intereses de Estados Unidos y dar rienda suelta, por la calle real, a sus planes destinados a derrocar el gobierno de Medina, como lo lograron el 18 de octubre de 1945.

Era un pensamiento de élite que, desde la óptica positivista, ve al pueblo como un rebaño destinado a la resignación, a la marginación y al silencio en el quehacer de la vida política. Esta visión se mantiene entre las élites que sucedieron a Medina Angarita y gobernaron a Venezuela hasta 1998. Hoy en el laberinto del oposicionismo, y con métodos de la ciencia funcionalista, los intelectuales de esa élite nostálgica, usan su protagonismo mediático para reproducir el argumento que brindaron en su momento a Medina Angarita, ahora para pontificar contra la reforma constitucional que viene. "Hay asuntos que no deben someterse a la voluntad popular", refieren con fundamento en casos realmente persuasivos en la argumentación, para decir entrelíneas que no es pertinente llevar a referendo aprobatorio las propuestas que presidente Hugo Chávez como texto modificado de la Constitución bolivariana. Alertan que se personificará el debate y el referendo en el exitoso líder y que el pueblo votará a favor de lo que éste proponga guiado mayormente por el carisma del barinés, sin racionalizar el contenido de tales propuestas.

He allí el mismo argumento presentado a Medina Angarita: el pueblo no tiene la necesaria y suficiente racionalidad para analizar la reforma constitucional y votarla con las neuronas.

Solo la élite usa el raciocinio para hacer política. Ergo, el pueblo no es apto para pronunciarse sobre la optimización del proyecto de país contenido en la Constitución. De este modo pretenden descalificar la reforma constitucional en su propio origen: la soberanía popular. En la lógica de la élite no se tratará de un referendo aprobatorio de la reforma de la Carta Magna, sino de un plebiscito en torno al liderazgo del presidente de la República. Por esta vía de argumentación se llega al punto que la élite desea colocar en la agenda: la inhabilitación de Chávez en la opinión pública respecto al debate de la reforma, vale decir, Chávez debe ser excluido de la agenda de la reforma constitucional. Y como el pueblo sólo se guiará por Chávez en la definición de su forma de votar, entonces lo más apropiado es cancelar toda propuesta de reforma de la ley de leyes.

Para despecho de la élite puntofijista y sus intelectuales, continuará el debate sobre el tema de la reforma; habrá propuestas de Chávez y se llevará a cabo el referendo aprobatorio en forma transparente y confiable, y será aprobada la reforma por el único dueño de la soberanía: el pueblo.