lunes, 12 de febrero de 2007

Acapara que la conspiración paga

A la morenaza Condoleezza Rice la despistan sobre Venezuela. Información inexacta le envían desde los espacios de la comunidad de inteligencia, que hasta ayer nomás gerenció su ahora subalterno John Negroponte.

Hace unos meses la puso al afirmar que el país estaba paralizado por una huelga de transporte público. La verdad es que el informe en el que se basó su deslenguamiento predecía hechos que se quedaron en los deseos: sólo dos pequeños focos de paro de transporte se produjeron; aislados y escuálidos en cuanto a participación de los conductores.

Ahora se salió de madre asegurando que Venezuela está siendo destruida. Seguro la cobearon haciéndole creer que los acaparadores y los especuladores ya eran dueños de la situación, que habían puesto al pueblo y al Gobierno de rodillas. La Rice creyó que el guión, adorado por ella como un tótem inapelable de tanto verlo funcionar, se estaba cumpliendo al pie de la letra viento en popa.

Pero, para lamento de Condoleezza, la verdad es que los criminales que acaparan y especulan con los alimentos del pueblo están sintiendo el peso de la ley en manos de un gobierno firme, que se sabe guapo y apoyao por las mayorías nacionales.

Empero, más allá de los tropiezos informativos de la cancillera estadounidense, se revela una política, una constante en el modo de manejarse la administración Bush ante la democracia revolucionaria venezolana. A George, a Condi, a Negroponte, a Cheney y a todos sus socios en la alianza de grandes corporaciones que controla el poder en Estados Unidos, le aprieta el gañote que el gobierno bolivariano haya nacionalizado empresas cuyo capital accionario estaba mayoritariamente en manos de ciudadanos del imperio.

Y les resulta más urticante que esas nacionalizaciones toquen el sector de la energía, incluyendo inversiones petroleras. Cuando tales circunstancias se visualizan en el horizonte, las escaladas imperiales son pan de cada día y –por lo general– no se quedan en las palabras. De modo que lo previsible es que Bush ordene en las próximas semanas acompañar las amenazas verbales con demostraciones de músculo bélico en el mar Caribe, e intromisiones más abiertas de su embajador –el que se va y el que viene– en asuntos internos, buscando el punto de sojuzgamiento de la voluntad nacional venezolana, sitio que no va a encontrar porque no existe. Encontrarán sí la misma carga con que el pueblo derrocó al dictador Carmona el 13 de abril de 2002, desbaratando la maniobra golpista del imperio, estructurada con tan refinada filigrana.

Mientras Bush les prometa ayuda, el oposicionismo, por lo menos el más recalcitrante y antivenezolano, cederá a la tentación conspirativa. La forma de la conspiración cambia tácticamente: ahora parece concentrarse en golpear el estómago de la población acaparando alimentos de la dieta básica y especulando con sus precios. Ganancia triple para esta delincuencia de cuello blanco: angustian a la gente, engordan sus capitales y enrarecen el clima político y social del país. De aquí que la acción diligente y con mano dura del gobierno sea aplaudida por el pueblo; falta sólo que la misma sea acompañada con igual o mayor severidad por los fiscales del Ministerio Público y los jueces al momento de sentenciar a estos criminale, que atentan contra los derechos de la familia venezolana y que deben estar en el sitio reservado a los malandros: el calabozo.
Willlian Lara

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