lunes, 12 de diciembre de 2005

La bisagra

El ingreso de Venezuela es un paso hacia la Comunidad Suramericana de Naciones”.

Con estas palabras dio Néstor Kirchner, presidente de Argentina, la bienvenida al país líder de la Comunidad Andina de Naciones como nuevo miembro del Mercosur. Pero en Caracas Julio Borges, fingido ángel de la guarda de los 265.000 lanceros, los 7.000 cooperativistas y los emprendedores de los núcleos de desarrollo endógeno de los sectores agrícola, textil y del calzado, predijo un alto costo para los mismos como consecuencia de pasar a ser mercosuristas.

Refinada hipocresía la de Borges que esconde con disimulo la defensa de las corporaciones transnacionales, especialmente estadounidenses, obcecadas en el empeño de desbaratar cualquier esfuerzo integracionista latinoamericano libre del control de Bush.

Sólo con valorar el déficit de oferta interna de bienes y servicios propio de la economía venezolana, particularmente en el contexto de crecimiento del Producto Interno Bruto con el consiguiente aumento de la demanda, se comprende que la producción de los lanceros, cooperativistas y emprendedores nada ha de temer del ingreso al Mercosur. Como tampoco hay riesgo para la mediana y gran empresa nacional con capacidad y potencial exportador, que con apoyo del Gobierno ha demostrado capacidad para detectar nichos fecundos en las economías de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay guiándose por parámetros de complementariedad, cooperación y rentabilidad justas.

Para despecho de Borges, la pertinencia de nuestra condición mercosurista se verifica en la solicitud mexicana por transitar la misma senda, así como en el Acuerdo de Complementación Económica 59 suscrito entre Mercosur, Venezuela, Ecuador y Colombia, circunstancia que ha de expresarse en lo porvenir en que seremos país bisagra entre la CAN y el Mercosur.

Calcule Borges, sin sesgos, objetivamente, cuántos empleos crearemos con el sólo tránsito de mercancías del norte colombiano por carreteras venezolanas hacia el pujante noreste de Brasil, y cuántos en otros ámbitos gracias a ser mercosuristas.

Para Bush es un quebradero de cabeza ver cómo lo que sus antecesores han impedido —la concreción de la integración autónoma del resto del continente americano— se va logrando.

Y le saca la piedra todavía más que sea Venezuela, la tierra natal de Simón Bolívar, precursor de este proceso, quien se convierta en cemento, punto de conexión de los dos espacios de integración (CAN-Mercosur), cuyo acoplamiento irá haciendo realidad el sueño votivo que indujo al caraqueño a convocar el Congreso Anfictiónico de Panamá.

Se nos quiere chantajear con el aquelarre de que hacia Mercosur sólo exportaremos energía:
petróleo, gas, hidroelectricidad.

Tal premisa comporta desprecio hacia la capacidad exportadora de la industria nacional. Adicionalmente debe anotarse que estos mismos críticos insisten en exportar el petróleo crudo a Estados Unidos.

La verdad sea dicha: es útil venderle energía a la industria estadounidense, asiática, europea y 10 veces útil hacerlo al Mercosur, así como al resto de América Latina y el Caribe.

Borges se emberrincha gritando que no fue consultado para ingresar al Mercosur. Olvida que en su programa de gobierno Chávez le propuso a los venezolanos y venezolanas luchar por el equilibrio internacional desde las fortalezas de la integración latinoamericana y caribeña, y que el pueblo le sigue dando total aprobación.

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