lunes, 30 de octubre de 2006

Navidad a la venezolana

La navidad 2005 fue una ironía. En oficinas de alcaldías, gobernaciones, ministerios, y no se diga en establecimientos comerciales, Santa Claus fue celebrado con un culto entusiasta, botarate e, inconscientemente, lacayuno de la cultura impuesta por el aparato mediático estadounidense, llamado por Eisenhower el complejo militar industrial, denominación a la que Herbert Schiller agregó la dimensión cultural.

Ironía es que la mayoría del pueblo esté desarrollando una poderosa conciencia antiimperialista, raigal y sanamente nacionalista, claramente revolucionaria y emancipatoria; que se tenga perfecta certidumbre de que este proceso popular constituyente, expresado en el poder popular en plena etapa de consolidación, no hubiese podido avanzar de no acceder el control real de la principal palanca de la economía como es Petróleos de Venezuela, y a la vez se carezca -en la práctica que es la gran maestra de la política-de la convicción necesaria y suficiente para romper con los patrones de dominación cultural impuestos sutil y sistemáticamente por el gran centro transnacional que funciona en territorio de Estados Unidos.

¿Trasnocho ultraizquierdista lo que va escrito? Que va. Para construir un Estado revolucionario se requiere una sociedad en revolución, y para esto es imprescindible la ideología revolucionaria como guía general del devenir transformador. Es una unidad de contrarios imposible la proclama revolucionaria decembrina al lado del muñeco de Santa Claus, el pino del norte, las tarjetas y los cantos navideños en spanglish. Es sencillo. Estos elementos no son simples adornos decorativos. Constituyen símbolos asociados y representativos de actitudes, valores, estilos de vida, conductas, creencias estructurados en torno a una ideología extranjerizante de dominación, sutilmente opresiva y omnipresente.

Santa Claus no simboliza la navidad a la venezolana. Por el contrario, la niega, suplanta y deforma. Que su origen es nórdico europeo no es lo determinante, sino los valores que representan hoy: la ideología imperial; tal como también ocurre con el mentado espíritu de la navidad: truco de mercadeo de para obtener ganancias financieras e ideológicas propagada en esta tierra por una élite desnacionalizada y mayamera que hizo uso y abuso del poder económico y político en los tiempos de la IV República.

La navidad a la venezolana ha de centrarse en el rescate del pesebre, no como expresión de una práctica religiosa sino como manifestación del ser nacional venezolano, vinculado a los villancicos, la gaita, los aguinaldos, las hallacas, el dulce de lechosa y otras tantas expresiones de la cultura nacional.

En una encuesta mundial publicada a mediados de año se revela el creciente sentido de pertenencia de nuestro pueblo, que lo ubica como uno de los de mayor grado de orgullo por su nacionalidad. Reforzar el orgullo de ser venezolano comporta el reencuentro con la navidad criolla, sincrética, producto de la fusión de las culturas ibérica, indígena y africana desarrollada por el pueblo desde los tiempos de la colonia y que hoy sigue su curso, ahora con el impulso que le da el poder popular a la luz de la Constitución bolivariana.

Sería gratificante que en esta navidad reine el pesebre; que su imagen sea el centro de la escenografía en programas televisivos y radiales de concursos de gaitas, villancicos, aguinaldos, que en los hogares las cenas de nochebuena y de año nuevo sean a la venezolana.

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